La Teoría del Caos se quedó huérfana el 16 de abril de 2008. Ese día falleció  Edward Lorenz, el padre del Caos, a los 90 años de edad.

En 1963, este matemático y metereólogo del MIT (Instituto Tecnológico de Massachussets) definió un sistema de 12 funciones para la predicción del comportamiento atmosférico terrestre, en el que vinculaba entre otras cosas, la presión con la temperatura.

La fortuna quiso que en uno de los cálculos intermedios, Lorenz truncara a 3 decimales una cifra, con lo que los subsiguientes cálculos se vieron tan afectados que el resultado final y el esperado, “se parecían como un huevo a una castaña”.

De aquella anécdota de 1963 ha derivado la típica frase del caos: “si una mariposa bate sus alas hoy en Brasil, ¿puede provocar un tornado el mes que viene en Barcelona?”

Deducimos de esta aseveración, que un levísimo cambio en las condiciones iniciales de un sistema puede provocar comportamientos totalmente diferentes a los esperados, siendo imposible saber el resultado final del mismo, pues la cantidad de variables es enorme y los efectos que un decimal de 4º o 5º orden pueden provocar son totalmente inesperados.

Edward Lorenz nos dejó, pero su legado científico se ha convertido en la base de una de las teorías subyacentes en la Naturaleza desde el principio de los tiempos.

Día a día, podemos observar como cada vez más, la teoría del Caos, acecha tras las más variadas facetas de la Humanidad. Siempre ha sido así, pero ahora lo estamos descubriendo. Tras los ciclos económicos, tras la meteorología, tras el movimiento errático y/o azaroso de la rueda de un molino de agua, …

Esa y no otra, es la mejor herencia que Lorenz ha podido dejarnos: una herramienta que puede ayudarnos en la compresión de lo que nos rodea. Lo que nos hace humanos es la búsqueda de lo que no conocemos y el afán de obtener respuestas.